El líder de la misión secreta llevada a cabo en The Cove es uno de los más heroicos y solicitados personajes del mundo marino: el ex adiestrador de delfines convertido en ferviente activista Ric O'Barry. Este hombre, a quien el director Louie Psihoyos describe como la persona más comprometida, tenaz y apasionada que conoce, ha tenido que enfrentarse a lo largo de muchos años a todo tipo de peligros, demandas, juicios, prisión, persecuciones y angustia al intentar cumplir a toda costa su compromiso personal de liberar a los delfines de todo el mundo que se encuentran en cautividad. Paradójicamente, el propio O'Barry había sido uno de los adiestradores de delfines más destacados del mundo. En la década de 1960 capturó y entrenó a los 5 delfines salvajes que encarnaron a Flipper en la célebre serie de televisión del mismo nombre. Este fenómeno popular avivó la adoración generalizada del público por los delfines e hizo que muchos niños soñaran con hacerse amigos de un delfín. Sin embargo, el propio O'Barry empezó a verlo como una maldición más que como una bendición. Día tras día era testigo de la sorprendente inteligencia y habilidad social de los animales con los que estaba trabajando -incluso observó sobrecogido las reacciones de los delfines al verse a sí mismos y reconocerse en la televisión-, de modo que empezó a cuestionar lo que estaba haciendo. Pero el acontecimiento que realmente le hizo abrir los ojos y cambió su vida fue el suicidio en sus propios brazos de uno de los delfines, una hembra llamada Kathy, que cerró voluntariamente su orificio nasal para ahogarse (la respiración de los cetáceos no es un acto reflejo ni automático como en nuestro caso). Con el corazón hecho pedazos, se dio cuenta de repente de lo que no había querido ver hasta entonces: que todo cuanto deseaban los delfines era regresar al mar y reunirse con sus familias, y es que a menudo cuando una persona toma conciencia de las atrocidades que ha cometido nace un activista, como en el caso del torero colombiano arrepentido Álvaro Múnera, actualmente ferviente defensor de los derechos de los animales, Mary Griffith, cuya intolerancia religiosa desembocó en el suicidio de Bobby, su hijo gay, hecho que la convirtió en una de las mayores activistas por los derechos de los homosexuales, o Schlinder, que antes de liberar a cuantos judíos pudo estuvo usándolos como esclavos en sus fábricas.
Días más tarde del suicidio del delfín Kathy, O'Barry estaba en las aguas de la isla de Bimini tratando de hacer un agujero en la alambrada marina que retenía a un delfín cautivo. Ése fue su primer intento de rescate y su primera detención, a la que seguirían muchas más. Desde entonces O'Barry ha trabajado incansablemente para defender a los delfines de todo el mundo, y en especial en Taiji, Japón, donde además de la sangrienta pesca de delfines a pesar de ser su carne altísimamente tóxica por el mercurio que contiene, la captura y la venta de delfines para fines "lúdicos" se convirtió en los años que siguieron en un negocio colosal, recurriendo el gobierno japonés, al igual que los tauricidas españoles, al derecho de proteger su supuesta cultura nacional. Indignado ante el hecho de que todo esto estuviera ocurriendo a espaldas del público y sin el consentimiento del pueblo japonés, empezó a filmar de forma encubierta lo que estaba ocurriendo en la cala que da nombre al documental y a enviar estas grabaciones a los medios de comunicación, con la esperanza de que estos hechos salieran a la luz. Uno de estos DVD caseros llamó la atención de Louis Psihoyos, que pronto llevó su propio equipo de rodaje a Taiji y consiguió la colaboración creativa del productor Fisher Stevens.
Éstas son algunas declaraciones de O'Barry:
Lo que me hizo reaccionar fue la muerte de Flipper. De Kathy. Estaba muy deprimida. Yo lo percibia, se lo notaba, y se suicidó en mis brazos. Sé que hablar de suicidio no puede hacerse a la ligera, pero tienen que entender que los delfines y las ballenas no inhalan automáticamente, como nosotros. Cada vez que inhalan lo hacen conscientemente, así que pueden ponerle fin a su vida si ésta se vuelve demasiado insoportable, simplemente dejando de respirar. Es en ese contexto en el que hablo de suicidio. Ella lo hizo. Nadó hasta mis brazos, me miró a los ojos e... inhaló... y dejó de inhalar después. Yo la solté y cayó panza arriba en el fondo del tanque. Al día siguiente estaba en la cárcel de Bimini por tratar de liberar a un delfín del Lerner Marine Laboratory. Esa fue mi reacción a lo que pasó, quise liberar a todos los delfines en cautiverio que pudiera.
(...)
Aquí en Japón hay muchos grupos: el World Wildlife Fund, Greenpeace, el International Fund for Animal Welfare. Entre todos ganan cientos de millones de dólares. Ésta es la mayor matanza de delfines del mundo. ¿Dónde están?
(...)
Tengo que vivir para ver que ésto llega a su fin. Ahora me concentro en esa reducida masa de agua donde se lleva a cabo la masacre. Si no podemos detener eso, si no podemos enmendar eso, olvídense de problemas mayores. No hay esperanza.
A raíz de este recomendabilísimo documental, ganador del Oscar al mejor documental del 2010, la primera gran ola de oposición a la matanza de delfines en Taiji llegó a Japón, llegando a aparecer sorprendentemente en los noticiarios de 3 cadenas de televisión japonesas y consiguiendo cambios en la legislación que apuntan a detener la caza de delfines en Taiji, lugar en el que se centra el documental, a pesar de que el gobierno japonés pretenda continuar sacando provecho de la matanza de delfines en otros países.
Citando a un amigo mío, los zoológicos en general y los delfinarios en particular son una de las vergüenzas de las que debemos librarnos si "humano" ha de significar lo que pretendemos que significa.
Días más tarde del suicidio del delfín Kathy, O'Barry estaba en las aguas de la isla de Bimini tratando de hacer un agujero en la alambrada marina que retenía a un delfín cautivo. Ése fue su primer intento de rescate y su primera detención, a la que seguirían muchas más. Desde entonces O'Barry ha trabajado incansablemente para defender a los delfines de todo el mundo, y en especial en Taiji, Japón, donde además de la sangrienta pesca de delfines a pesar de ser su carne altísimamente tóxica por el mercurio que contiene, la captura y la venta de delfines para fines "lúdicos" se convirtió en los años que siguieron en un negocio colosal, recurriendo el gobierno japonés, al igual que los tauricidas españoles, al derecho de proteger su supuesta cultura nacional. Indignado ante el hecho de que todo esto estuviera ocurriendo a espaldas del público y sin el consentimiento del pueblo japonés, empezó a filmar de forma encubierta lo que estaba ocurriendo en la cala que da nombre al documental y a enviar estas grabaciones a los medios de comunicación, con la esperanza de que estos hechos salieran a la luz. Uno de estos DVD caseros llamó la atención de Louis Psihoyos, que pronto llevó su propio equipo de rodaje a Taiji y consiguió la colaboración creativa del productor Fisher Stevens.
Éstas son algunas declaraciones de O'Barry:
Lo que me hizo reaccionar fue la muerte de Flipper. De Kathy. Estaba muy deprimida. Yo lo percibia, se lo notaba, y se suicidó en mis brazos. Sé que hablar de suicidio no puede hacerse a la ligera, pero tienen que entender que los delfines y las ballenas no inhalan automáticamente, como nosotros. Cada vez que inhalan lo hacen conscientemente, así que pueden ponerle fin a su vida si ésta se vuelve demasiado insoportable, simplemente dejando de respirar. Es en ese contexto en el que hablo de suicidio. Ella lo hizo. Nadó hasta mis brazos, me miró a los ojos e... inhaló... y dejó de inhalar después. Yo la solté y cayó panza arriba en el fondo del tanque. Al día siguiente estaba en la cárcel de Bimini por tratar de liberar a un delfín del Lerner Marine Laboratory. Esa fue mi reacción a lo que pasó, quise liberar a todos los delfines en cautiverio que pudiera.
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Aquí en Japón hay muchos grupos: el World Wildlife Fund, Greenpeace, el International Fund for Animal Welfare. Entre todos ganan cientos de millones de dólares. Ésta es la mayor matanza de delfines del mundo. ¿Dónde están?
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Tengo que vivir para ver que ésto llega a su fin. Ahora me concentro en esa reducida masa de agua donde se lleva a cabo la masacre. Si no podemos detener eso, si no podemos enmendar eso, olvídense de problemas mayores. No hay esperanza.
A raíz de este recomendabilísimo documental, ganador del Oscar al mejor documental del 2010, la primera gran ola de oposición a la matanza de delfines en Taiji llegó a Japón, llegando a aparecer sorprendentemente en los noticiarios de 3 cadenas de televisión japonesas y consiguiendo cambios en la legislación que apuntan a detener la caza de delfines en Taiji, lugar en el que se centra el documental, a pesar de que el gobierno japonés pretenda continuar sacando provecho de la matanza de delfines en otros países.
Citando a un amigo mío, los zoológicos en general y los delfinarios en particular son una de las vergüenzas de las que debemos librarnos si "humano" ha de significar lo que pretendemos que significa.
Descubrí esta película en un canal de pelis on line. No vi su temática pero me gustó el título y quise ver de qué iba pero no pude continuar.
ResponderEliminarSomos unos depredadores, una plaga, una puta lacra, nos pensamos los amos del universo y si creyera en dios o en Ala o Buda le pediría que nos mandase ya el apocalipsis.
Una humanidad así no merece continuar habitando este planeta.
Es alucinante que los humanos desaprovechen el inmenso potencial protector que poseen y que lo dirijan todo al abuso de poder. Efectivamente, la humanidad ha sido un gran experimento que podría haber sido excelente, pero que no merece seguir viviendo como vive actualmente. Todo lo maravilloso de la humanidad que aún practica, como el arte, sólo es entendido por los propios humanos mientras continúan cargándose al resto de especies y matándose entre ellos mismos.
ResponderEliminarYo vi esta peli en el cine, en Barna, sin saber lo que era, sólo para poder ver a una amiga que iba a ver la peli y que si no no iba a poder quedar con ella. Me quedé alucinando y no veas cómo lloré, pero más que por las bestialidades, por la belleza que transmite y por su final. Yo te recomiendo que la veas, Maya, de verdad, porque no es tan explícita como Earthlings o ANIMAL, y el final es MARAVILLOSO. Avanza el documental hasta el final para verlo. En una de esas reuniones internacionales absurdas en las que los gobiernos no hacen nada se comenzó a decir que los delfines son matados instantáneamente y sin dolor, cuando de repente O'Barry irrumpió en la sala con una pantalla en su pecho mostrando vídeos de cómo los matan realmente (no se ven esas imágenes, lo que se ve es cómo todos los medios se acercan a él para grabarlo), y después, a partir de ese hecho, se dice cómo la carne de delfín ha sido prohibida en las escuelas gracias a las declaraciones de 2 concejales que se jugaban sus puestos, y cómo se han despedido a varios hijos de puta del gobierno, con nombres y apellidos, encargados de la caza de los delfines. De verdad que yo lloré de alegría y no de rabia, aunque sólo sea un granito de arena, pero joder, cómo me alegra que este documental haya conseguido cambiar una situación... Gente como estos activistas consiguen que no pierda la fe...
Muy buen documental, como pa'ponerselo a l@s pekes, EN EL COLE, ¿QUE NO?. ¡Aupa Josu¡, DALE TRALLA.....
ResponderEliminarSalud y Libertad.
DIQNO666
Había oído hablar de la historia de este hombre. Flipper era uno de mis héroes cuando era pequeño y aquella serie me ayudó a comprender que los delfines son tanto o más inteligentes que el hombre. Tuve oportunidad de bañarme con ellos en Tenerife en el año 2000, en un delfinario, y tocarlos. Es mi animal favorito junto con los caballos y los perros. Esas matanzas que hacen en el mes de octubra en Japón, sin llegar siquiera a la iniquidad de una corrida de toros, son sin duda otro espectáculo abyecto donde sí cabe la palabra ASESINATO. Hacen falta dos o tres empujoncitos en la investigación sobre delfines para que se demuestre que están a la misma altura -aunque en un plano diferente de percepción sensorial- que un ser humano. Y entonces, la matanza de un delfín podrá ser considerada un asesinato. Todo es cuestión de tiempo.
ResponderEliminarSigo leyendote Josu, sigo visitándote aunque la mayoría de las veces sea incapaz de dejar comentario, la impotencia hace estragos y aunque la vida continua, hay menos vida en ella, poquito a poco se va desintegrando la madre naturaleza gracias a unos cuantos que siguen pensando ser los únicos que existen en el planeta tierra, que se creen con el derecho de governarla a su antojo, para sacarle el provecho que buscan para satisfacer vete tu a saber que, claro que con el tiempo no habrá provecho que sacar...
ResponderEliminarabrazzzusss