Algunos artistas españoles formaron parte en 1998 de Transgenéric@s, la primera exposición centrada en estas representaciones y conceptos en el ámbito español. Mar Villaespesa escribió este texto sobre la exposición, que no sólo sigue en plena vigencia a pesar de referirse a acontecimientos de hace ya más de dos décadas, sino que resulta en estos momentos más significativo si cabe, debido a las burlas que reciben por diversos sectores que tachan toda tendencia natural de ideología y se muestran sumamente críticos con los identitarismos, aunque no escondan su ideología ni la identidad a la que sienten perder. Pero, ante todo, resulta crucial por las estúpidas y contraproducentes guerras que se han creado dentro del colectivo LGTBIQ+ como si la realidad de unos excluyera la de otros. Quizás sea el momento más idóneo hasta el momento para recuperar, difundir y generalizar el post-identitarismo queer.
HABLEMOS DE LO QUE PASA
[..] Algo parece estar cambiando en los noventa con respecto a la sexualidad (y no solo en los laboratorios de ingeniería genética) y a la representación de la misma, como es el rechazo de la normativización. Esta llega hasta el centro de los hogares cuando una noche las televisiones de todo el mundo retransmiten, ante la sorpresa de millones de teleespectadores, que quien acaba de ganar el festival, la exuberante cantante que representa a uno de los países, es una transexual. La confusión está servida en los mismos platos de la cena familiar, en medio de la noche iluminada. La abuela se puede quitar el sonotone mientras saborea el postre, el padre autoritario puede lanzar de nuevo el discurso moral mientras apura la copa de vino y la madre virtuosa e intransigente puede seguir alimentando su neurosis recogiendo los vasos, pero mientras tanto la casa se va llenando de tatuajes y aretes, el vocabulario de l@s chic@s va cambiando, y las nuevas formas comienzan a configurar nuevos códigos en busca, quizá, de nuevos lenguajes y, con ello, de nuevas formas de pensamientos y comportamientos.
Pero aun ocurriendo todo esto, no debemos perder la mirada crítica, pues si bien una serie de manifestaciones a través de la publicidad, la música, las artes multidisciplinares, la industria cinematográfica están contribuyendo a cambiar una sociedad en beneficio de unas minorías, lo que también ocurre es que muchas veces lo que se está promocionando es el cambio en las formas pero no en las ideas (ya que el mercado siempre las banaliza), o no se están activando los mecanismos necesarios para desentrañar las estructuras de poder que articulan las jerarquías y los antagonismos entre los sexos —aunque la moda sea unisex y ambigua, y modistos como Viviene Westwood o John Galliano tengan un gran éxito—.
Porque, no nos engañemos, si bien nos complace ver a todos estos jóvenes andróginos porque pensamos que ya no son presa de los roles masculino-femenino y todo lo que conlleva, sigue siendo un drama en los hogares españoles si un niño de cuatro años de sexo masculino pide por Reyes una Barby. Y como mucho, si sus padres son «progres», lo «aceptarán» estoicamente, pero hubieran preferido una conducta supuestamente «normal», correspondiente a su sexo masculino, porque todavía no se tiene claro, más allá de los ámbitos académicos progresistas o entre los colectivos de reivindicaciones sociales o en las capas marginales que no están presas del estatus y del aparato simbólico legitimado por la sociedad, que mientras el sexo tiene un carácter biológico, el género es una construcción sociocultural […]. Como ya narró Simone de Beauvoir hace unas décadas, en el origen de todo este rico debate: «No se nace mujer, se llega a serlo». Y son, precisamente, los ambientes familiares y los sistemas educativos (entre ellos podemos contar a los museos y las instituciones públicas) los que deben estar más abiertos a comprender estos temas. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pues yo misma no recuerdo haber preguntado a un sobrino, o al hijo adolescente de una amiga: «¿Qué chico o chica de tu clase te gusta?», porque siempre hemos supuesto que si es varón le debe gustar hembra, o viceversa. Así que me temo que si mis preguntas han ido dirigidas a quien no ha sentido una inclinación por la supuesta respuesta, probablemente, l@ haya hecho sentir si no reprimid@, al menos confus@ en su identidad.
La crisis está echada, los cristales están rotos junto a los valores y los grandes relatos: entre ellos, la razón, la autoridad, la verdad..., mientras tanto se manifiestan la confusión, incluso la violencia, pero hay que inventarlo, o reinventarlo, todo de nuevo, como ocurre en la novela Kitchen, de la escritora japonesa Banana Yoshimoto, cuya joven protagonista tiene que reconstruir su vida tras la muerte de todos sus familiares, a la vez que descubre que la madre de su vecino era antes su padre, que ella era antes él, que cuando murió su madre su padre decidió convertirse en mujer, operarse, abrir un bar «de esos» y ser una madre para su hijo. Y todo transcurre con la normalidad, en la que no está exento el drama, de tantas otras situaciones de la vida ordinaria contemporánea. Sí, ciertamente se trata de «nuevas» situaciones, si se quiere extremas, pero que no por extremas dejan de «pasar». Por lo que esperemos que, a pesar de las crisis, nos quede algo más que la revelación nihilista de Cioran: «Morir es cambiar de género, renovarse», ya que todavía queda mucho por hacer. «Transgenéric@s» quiere co1oborar a ello. Hubiéramos querido también que la exposición se interrelacionara aún más con la calle, organizar mesas redondas con esos colectivos que, como el arte, hacen posible los cambios, con esos teóricos que ayudan a analizar y a comprender, porque los temas y la representación que, gracias a los estudios de género y a la teoría queer, están presentes en la exposición, y sobre todo, de entre ellos, la representación del sexo que no cabe en la norma, casi me atrevería a decir que, como el terrorismo, están demonizados. Todavía hay muchos miedos en la sociedad que hay que combatir; para ello, hablemos de lo que pasa y expongámoslo.
Aunque afortunadamente ya se fue dejando de lado la idea de que el raciocinio, el aprendizaje y la solución de problemas mediante la lógica y la inteligencia no eran exclusivos de los humanos (este mismo blog está repleto de entradas al respecto), la idea de cultura sigue estando para mucha gente intrínsecamente ligada al ser humano, a pesar de los múltiples estudios que desde hace décadas indican lo contrario.
En 1998, Jesús Mosterín publicó su libro ¡Vivan los animales!, donde nos habla sobre qué es la cultura y en concreto sobre la cultura de los chimpancés:
"La cultura no es un fenómeno exclusivamente humano, sino que está bien documentada en muchas especies de animales superiores no humanos. Y el criterio para decidir hasta qué punto cierta pauta de comportamiento es natural o cultural no tiene nada que ver con el nivel de complejidad o de importancia de dicha conducta, sino sólo con el modo como se trasmite la información pertinente a su ejecución. […] Los chimpancés son animales muy culturales. Aprenden a distinguir cientos de plantas y sustancias, y a conocer sus funciones alimentarias y astringentes. Así logran alimentarse y contrarrestar los efectos de los parásitos. Tienen muy poco comportamiento instintivo o congénito. No existe una 'cultura de los chimpancés' común a la especie. Cada grupo tiene sus propias tradiciones sociales, venatorias, alimentarias, sexuales, instrumentales, etc. […] La cultura es tan importante para los chimpancés, que todos los intentos de reintroducir en la selva a los chimpancés criados en cautividad fracasan lamentablemente. Los chimpancés no sobreviven. Les falta la cultura. No saben qué comer, cómo actuar, cómo interaccionar con los chimpancés silvestres, que los atacan y matan. Ni siquiera saben cómo hacer cada noche su alto nido-cama para dormir sin peligro en la copa de un árbol. Durante los cinco años que el pequeño chimpancé duerme con su madre tiene unas 2.000 oportunidades de observar cómo se hace el nido-cama. Los chimpancés hembras separados de su grupo y criados con biberón en el zoo ni siquiera saben cómo cuidar a sus propias crías, aunque lo aprenden si ven películas o vídeos de otros chimpancés criando". (de ¡Vivan los animales!, Jesús Mosterín)
Existen numerosos estudios con respecto a la cultura de los chímpancés, principalmente, así como de los cetáceos, pero no tanto con respecto a otras especies. En el siguiente vídeo, el doctor en Paleontología y máster en Neurociencia y Biología del comportamiento, Antonio José Osuna Mascaró, describe las culturas no sólo de homínidos y cetáceos, sino también por ejemplo de los elefantes, superada ya la idea de que los humanos somos los únicos seres capaces de transmitir conocimientos.
Este post se va a basar en su mayoría en extractos transcritos del ensayo de Jordi ClaramonteLo que puede un cuerpo, quien fue profesor mío de Teoría del Arte en el grado de Historia del Arte de la UNED, en dar a conocer la obra de Erika Lust en la que hay que tener la mente muy retorcida para ver algún rastro de machismo, y finalmente una reflexión personal respecto a los tópicos sobre qué gusta en el porno a hombres y mujeres, acompañado de un poema en prosa de Lawrence Schimel.
LO QUE PUEDE UN CUERPO: Ensayos de estética modal, militarismo y pornografía
(Jordi Claramonte)
Antes de nada, decir que Jordi no considera que haya nada ideal, que no me hemos llegado a la meta o nada tendría razón de ser, y que todo tiene su lado negativo, pero lo importante es resaltar todo aquello por lo que ve el porno como algo positivo y que dignifica, echando por tierra las excusas que se ponen para detestarlo sobre todo por parte de un sector de feministas culturales radicales, incluyendo datos históricos según los cuales el porno fue considerado por feministas de los 70 como sumamente positivo después de siglos negándoseles su sexualidad. Sería muy largo explicar lo que es estética modal, así que iré a lo sencillo. La razón por la que compara pornografía y militarismo, ya que yo me centraré sólo en el porno, es que en los dos se produce un amontonamiento y fragmentación de cuerpos, y que las fantasías de dominación propias del militarismo, consistentes en que el general se considera el único con un espíritu y voluntad genuinos y capacidad de control sobre el resto, a quienes considera meras herramientas pasivas, y las fantasías de aceptación propias del porno, consistentes en dotar a las protagonistas de un discurso que en realidad era del escritor (antes de la aparición del mundo audiovisual) según el cual aceptaban como propias las ideas de sumo disfrute e incluso triunfo social que en la realidad no se daba, comenzaron a intercambiarse. A pesar de lo dicho sobre las fantasías de aceptación, Jordi no deja de verlo como algo positivo que a la larga contribuirá a la autonomía de las mujeres (y hombres, como recalca siempre que hace referencia a las típicas y tópicas críticas a la cosificación de la mujer, como si los hombres no pasaran por el mismo proceso).
Sin más, comienzo a transcribir los párrafos que más interesantes me parecen.
“Este libro trata de mujeres y de hombres, de seres que ya no saben ni quieren saber si son una cosa o la otra, de sus cuerpos. Trata sobre todo de putas y de soldados. De las operaciones conceptuales y mecánicas que el poder ha efectuado sobre sus cuerpos, y también, por supuesto, de lo que ellas y ellos han hecho al respecto. (…) Este libro trata con ello, fundamentalmente, de las posibilidades de la autonomía y de las amenazas de la fragmentación.”
“La pornografía como género se distingue precisamente en la medida en que tiene como fin esa autonomía de lo erótico, autonomía respecto a la moral, la política e incluso respecto de los cánones formales de otras poéticas diferentes.”
“Hemos construido la estética modal como una estética generativa, para poder recurrir a conceptos como el de las competencias modales que nos permiten concebir procesos de reapropiación, procesos instituyentes que eviten la conversión de la autonomía en fragmentación. Esperamos con ello hacer posible comprender todo el alcance que tiene la construcción y defensa de una autonomía como la autonomía de lo erótico en la construcción y defensa de una vida más inteligente y digna.”
“El término pornografía deriva etimológicamente de los vocablos griegos porné y graphos, por lo que su transcripción vendría a ser algo así como escritura de la puta. (…) en el campo de la literatura erótica, buena parte de la producción más primeriza se presenta propiamente como tal escritura de la puta.”
“Con el estatuto autónomo de la erótica se cuestionará tan abiertamente como sea posible la vinculación del sexo a la reproducción biológica y a la institución del matrimonio, atacándose con ello, según han visto muchos críticos de la pornografía desde el siglo XIX a nuestros días, lo que se consideraba la base misma de la sociedad: la familia. Como ha destacado Angela Carter en su ya clásico The Sadeian woman: «la obra de Sade está directamente relacionada con la naturaleza de la libertad sexual y es particularmente significativa para las mujeres en la medida de su rechazo a considerar la sexualidad femenina en términos de su función reproductiva»... (Angela Carter, The sadeian woman, 1988). Este mismo rechazo se reproducirá en la mayor parte de la pornografía más significativa: desde la construcción editorial de revistas como Playboy o Hustler hasta mitos de la filmografía porno como Garganta Profunda.”
“En el siglo XVIII se produce un recambio de fantasías y modelos de mujer, no sin conflicto ni contestación, y puede sostenerse que buena parte de la última literatura erótica de la segunda mitad del XVIII se construye en un intento por contrarrestar la creciente influencia del modelo rousseaniano de mujer, su aparato de pudor y su destino de víctima: como ha destacado Kathryn Norberg: la puta libertina no asume la nueva noción de femineidad. No es modesta, dependiente, cariñosa ni maternal; no cree en el amor romántico y evita ser confinada a la esfera privada de la familia.”
“Es de vital importancia constatar que en esa construcción de imágenes —como un chorro de esperma cayendo sobre la cara de una mujer— la actriz no demuestra ser un objeto inerte sometido a los designios del hombre sino una socia activa que muestra desear precisamente justo aquello que el hombre quiere hacer y que acaso no se atreve expresar.”
“Estas fantasías de aceptación van construyendo un marco en que es pensable la igualdad de hombres y mujeres en términos de planificación estratégica de sus vidas y más concretamente la autonomía de las mujeres en términos económicos, emocionales y eróticos.”
“En su funcionamiento como despliegue de lo erótico como facultad autónoma la pornografía ha compartido frentes de batalla con numerosos y variados aliados. Por un lado, y como han reconocido numerosas autoras feministas, resulta especialmente destacable la vinculación entre la pornografía y el feminismo respecto a su común ataque contra la limitación del sexo a los ámbitos del matrimonio heterosexual y la procreación dentro del mismo. En efecto, ambos campos, pornografía y feminismo, han recibido durante décadas los mismos anatemas por corromper la santidad de la maternidad y la familia.”
“Es evidente que la construcción de lo erótico como campo autónomo ha contribuido a la exploración y la liberación de la sexualidad femenina, de hecho, como destaca Wendy McElroy, feminismo y pornografía coinciden a la hora de pensar a las mujeres como seres sexuales susceptibles de desarrollar una vida sexual basada en el placer y la autorrealización. De hecho, buena parte de las reivindicaciones feministas han sido planteadas en función de la identidad sexual femenina: igualdad de derechos en los matrimonios, lesbianismo, control reproductivo, justicia de género. (Wendy McElroy, XXX A woman's right to pornography, 1995)”
“El argumento más habitual sostiene que la deshumanización deriva de la representación descontextualizada del cuerpo desnudo, o peor aún de algunas de sus partes o funciones. Esta falta de referencias en lo que refiere a la vida emocional o intelectual de los personajes pornográficos provocaría que cayéramos en la ficción de tomar a dichos personajes como meros objetos de contemplación o de uso sexual.
En primer lugar habría que articular una distinción entre usos representativos y usos performativos de la pornografía: sería inquietante suponerle consecuencias performativas a todas las representaciones pictóricas o fílmicas. Pensar que el espectador de la pornografía se va a sentir compelido a imitar literalmente las hazañas o rarezas eróticas que aparecen en la pornotopía es tan ingenuo como pensar que el espectador de una película de espías va a salir convencido de que él también tiene licencia para matar o para salvar el mundo.”
“Algunas pensadoras han contraatacado, desde el campo feminista, denunciando que la corporeidad de las mujeres, y la de los hombres por cierto, en su conjunto o en relación a determinadas partes del cuerpo o sus funciones es una parte del ser humano tan digna de ser representada como lo puedan ser su vida mental o sus balbuceos poéticos:
Normalmente el término objeto sexual significa que las mujeres son representadas como cuerpos o partes del cuerpo, reduciéndolas a meros objetos físicos. ¿Qué hay de malo en esto? Las mujeres son tanto sus cuerpos como sus mentes o sus almas. Nadie se molesta si se presenta a una mujer como un cerebro o como un ser espiritual. Y sin embargo semejantes representaciones ignoran a la mujer como ser corporal. (…) Molestarse por una imagen que prioriza el cuerpo humano meramente demuestra una mala actitud hacia lo físico... ¿por qué es degradante fijarse en la sexualidad de una mujer? Bajo esta actitud subyace la convicción de que el sexo debe ser de alguna manera ennoblecido para ser presentable. (Wendy McElroy, XXX A woman's right to pornography, 1995)”
“Los defensores de la teoría autoritaria entienden perfectamente que la construcción de una sexualidad autónoma que persigue la pornografía entra en conflicto con su percepción del sexo como una actividad fundamentalmente reproductiva y sancionada por determinados ritos institucionales como el matrimonio, dichos ritos se verían amenazados por la imaginación pornográfica que no se cansa de ofrecer tramas relacionales donde el sexo sucede de modo incondicionado.
(…)
Para la teoría libertaria el individuo es por definición e imperativo político un ser racional capaz de discernir por sí mismo sus propios criterios de verdad y de orientar su práctica en consecuencia. (…) En la medida en que a través de la pornografía se exponen y se valoran estilos de vida alternativos, el enfoque libertario no puede sino celebrarlo, con la precaución de asumir que, al cabo, la pornografía no deja de estar limitada por su carácter representacional.
(…)
Algunos grupos de feministas han asumido la teoría de la responsabilidad social para denunciar que en el caso de la pornografía el desequilibrio de poder es particularmente odioso y nocivo puesto que se traduce en una producción pornográfica que es de modo inevitable la expresión del odio a las mujeres y su representación como putas, objetos sexuales y víctimas pasivas de la violencia machista.
La teoría de la responsabilidad social implicaría la necesaria intervención social para regular el mercado de la imaginación pornográfica. Ahora bien, ¿en qué sentido debe producirse esa regulación? Para los grupos feministas inspirados por McKinnon y Dworkin la respuesta no puede ser otra que la de la prohibición de todo material pornográfico así como la persecución judicial de sus productores, distribuidores y consumidores. Estos grupos han entablado alianzas con los representantes del enfoque autoritario en la medida en que, sin duda, comparten lo que hemos denominado una comprensión performativa de la pornografía que vincula su consumo a alteraciones directas y mecánicas de las actitudes y conducta. Tanto es así que dichas alianzas llevaron a que grupos feministas radicales aliados con colectivos como «Mayoría moral» y determinados jueces ultraconservadores promovieron juntamente en los EEUU leyes de prohibición y persecución de la producción, distribución y consumo de pornografía.
Otros grupos feministas, en cambio, partiendo del mismo enfoque de la responsabilidad social, han preconizado un contraataque con las mismas armas y han estimulado la formación de productoras cinematográficas, en las que las mujeres, a menudo ex actrices porno, pueden dirigir su propia producción pornográfica siguiendo sus criterios y prioridades.”
“Pese a los intentos neoconservadores por conceptualizar y reprimir la amenaza pornográfica, parece evidente que ésta es poco menos que imparable y que el proyecto ilustrado de autonomización de lo erótico sigue en marcha. La escasa voluntad por someter a las convenciones hegemónicas los deseos de grupos, antaño relegados a la clandestinidad cuando no abiertamente perseguidos, como los grupos de gays, lesbianas, transexuales o bisexuales y su clara reivindicación del derecho a una erótica soberana nos hablan con toda claridad de ese proceso de autonomización de lo erótico.
Dicha autonomización ha tenido un componente poco menos que revolucionario en toda la modernidad, distanciando primero la vida erótica de las admoniciones morales o religiosas y construyendo identidades y géneros alternativos después.”
“La autonomía de lo erótico puede verificarse por tanto en la construcción cooperativa de modos de relación, de mundos de vida que sean a su vez instituyentes de autonomía que puede hacer nuestra vida más inteligente y digna.”
(de Lo que puede un cuerpo, Jordi Claramonte, 2009)
Tras estos extractos del ensayo de Jordi Claramonte, la defensa de que el porno constituye un género en sí mismo consistente en desligar toda actividad sexual de convenciones sociales mostrándola tal cual, en la que lo habitual no es de ninguna manera que la mujer aparezca sometida al hombre, considerándola muchas feministas como sumamente positiva, quisiera desmontar dos tópicos respecto a los gustos pornográficos de hombres y mujeres. Todo el mundo conoce a estas alturas las preferencias de las mujeres por categorías extremas, y que la categoría más buscada por las mujeres en Pornhub es la de hardcore, superando en un 75% a los hombres.
No todas las mujeres tienden a ocultar que vean porno, con más o menos asiduidad, y muchas de las que lo admiten confiesan abiertamente que no soportan, dicho por ellas, que se muestren besos, caricias, romanticismo y cursilería. En cambio, muchos hombres se suelen decantar por la obra de directoras como Erika Lust, uno de los iconos del, según sus palabras, porno feminista, ético y artístico, repleto de diálogos, argumento, iluminación cuidada y, por supuesto, sexo explícito, tal y como explica en esta entrevista.
En los siguientes fotogramas se puede observar perfectamente lo anteriormente citado, en especial la cuidada iluminación. Eso sí, es importante saber, ya que tan de moda está enorgullecerse de ser normal para ridiculizar a los visualmente no convencionales, sobre lo que como disidente de la normalidad no tengo nada que decir, que uno de los objetivos de Erika es que sus filmes resulten más inclusivos con respecto a diferentes sexualidades, géneros (sí, en plural, así lo declara en la anterior entrevista), tipos de cuerpos y razas.
Uno de sus proyectos más famosos es XConfessions, basado en materializar audiovisualmente las fantasías sexuales de gente anónima.
Para acabar, he aquí otra muestra de que hay hombres que buscan en el porno cualquier detalle cariñoso o espontáneo que sugiera humanidad más allá de tanto mecanicismo. Se trata de un microrrelato erótico de Lawrence Schimel recogido en Una barba para dos (2016)
CLASIFICACIÓN PROPIA
En las páginas porno, sean gratis o de pago, las etiquetas —jóvenes, bareback, tríos, mamadas, interracial, doble penetración, etc.— nunca coinciden con lo que a mí me pone. Me parece todo tan frío, los actores tan serios en su empeño (tanto el follador como el follado), los gemidos tan falsos... Falta calor humano. Así que tengo que ir abriendo todos los links, echando un vistazo a todas las galerías, viendo en fast forward cada vídeo, buscando lo que me da morbo: los tíos que sonríen o se ríen mientras follan, los imprevistos, cualquier instante de humanidad que se cuela durante el rodaje... Esos momentos son los que me ponen, los que agrego a la lista de mis enlaces favoritos para poder volver a ellos cuando estoy en casa y siento que necesito echar un polvo, mi mano, yo y la pantalla con su humanidad prestada.
Lawrence Schimel
Todo esto, por supuesto, una contraargumentación a las mismas cuatro consignas que todos conocemos, va dirigido a todas esas personas empeñadas en que todo el mundo ha de vivir como ellas deciden. Abolicionistas, se hacen llamar este tipo de personas que ahora se han puesto de moda, cuyos desprecios que nos dirigen a les trabajadores sexuales nos están hartando y que como sigan saltando por encima de la ética como si de un juego de saltar a la soga de tratara, conseguirán lo contrario de lo que pretendían.