Él era casi un niño... Sus misteriosas delicadezas me habían seducido.
Olvidé todo mi deber humano para seguirle. ¡Qué vida! La verdadera vida
está ausente. No estamos en el mundo. Voy adonde él va, es preciso. Y a
menudo se encoleriza contra mí.
(...)
Si me explicase sus tristezas, ¿las comprendería mejor que sus burlas?
Me ataca, pasa horas haciendo que me avergüence de todo lo que me ha
conmovido en el mundo, y se indigna si lloro.
(de "Una temporada en el infierno", Arthur Rimbaud)