“Man
with dog”, Ciudad de México, 1990
Gelatina de plata coloreada, edición de 15 fotografías
33 ½ x 25 ½ pulgadas
Colección Baudon-Leboin, París
Joel-Peter Witkin saltó a la
fama, para ser al mismo tiempo amado y odiado por la crítica, a
finales de los setenta debido a sus fotografías en las que los
protagonistas son cadáveres (o partes de ellos), gente con taras
físicas o psíquicas, y transexuales preoperados, mostrando todo el
dramatismo tal cual es con toda su crudeza aunque no deja de
manipular los negativos para darles un aspecto antiguo y algo
onírico, además de realizar múltiples versiones de pinturas
clásicas, desde “Las Meninas” de Velázquez, pasando por
versiones de Arcimboldo y Picasso, hasta “La balsa de la Medusa”
de Géricault, quien al igual que Witkin, éste mediante la
fotografía y el primero mediante la pintura, realizó cuadros con
cabezas cortadas y miembros amputados a modo de macabros bodegones.
Pintor romántico por excelencia, quizás la pregunta de este ensayo
podría plantearse sobre parte de su obra y su intención, pero
centrémonos en Witkin.
He escogido esta fotografía
sobre todo con la intención de establecer paralelismos y diferencias
con “El origen del mundo” de Courbet, de quien también tiene una
versión de “El estudio del pintor”, así como otros tantos
artistas con una temática aparentemente similar. Aunque el desnudo
femenino se ha encontrado a lo largo de toda la Historia del Arte, se
podría decir que gracias a ese primer plano en el que se prescinde
de la cabeza despersonalizando a la mujer, se dio un gran paso a la
hora de darle al cuerpo humano y al erotismo la autonomía que le
corresponde. No hay alegorías ni referencias míticas o religiosas.
Gente como el Marqués de Sade en literatura y Courbet en la pintura
con este cuadro en concreto, ayudaron a difundir la pornografía
aunque no la inventaran, que siguió evolucionando hasta la
pornografía de nuestra época, tanto la meramente “formalista” y
hueca, como la que además de una cuidada forma tiene también un
cuidado contenido. La obra del propio Joel-Peter Witkin suele ser
tildada de pornográfica por la ingente cantidad de fotografías que
muestran genitales o actos sexuales explícitos e incluso para mucha
gente bizarros. En el caso de la dulce fotografía aquí mostrada, a
diferencia de Courbet, la transexual es mostrada prácticamente de
cuerpo entero mostrando su bello y melancólico rostro, pero muestra
también la realidad de su sexo y su vida, con sus pechos y su pene,
mostrando la evolución que hemos vivido en el sexo en las últimas
décadas. Desde un punto de vista feminista y teniendo en cuenta las
teorías queer,
quizás hubiera sido más acertado titularla como “Human
with Dog”, pero no deja de mostrar la realidad tal cual es aunque
manipule, raye y coloree los negativos, pero sin esconder jamás
genitales, miembros amputados, y por qué no, la belleza de los
propios cadáveres, aunque en este caso concreto se limitó
únicamente a darle un ligero tono sepia. Y a pesar de ello, como a
muchos pudiera parecerles, su única intención no es la de mostrar
esa gente y esa realidad que los demás no quieren ver (a Witkin la
gente “normal” no le interesa y los propios modelos, buscados en
peligrosas zonas de México, suelen coincidir al declarar que al
posar para Witkin se han sentido dignificados), sino concederles esa
dignidad mencionada además de en el plano terrenal, también en el
espiritual, en sentido literal. Witkin es un hombre profundamente
cristiano y en muchas de sus fotografías coloca a los modelos un
antifaz con un cristo crucificado, ya que para él Cristo se
encuentra en todos (en uno de sus más famosos autorretratos aparece
con este antifaz que posteriormente sería utilizado por artistas
como Floria Sigismondi). A la hora de realizar un retrato al cadáver
de un chico después de habérsele realizado la autopsia y mostrando
la piel cosida de arriba abajo, fotografía titulada “Glassman”,
confesó que estaba seguro de que los dedos le habían crecido como
si hubieran tocado el cielo y todos sus pecados hubieran sido
perdonados. ¿Hay alguna manera más romántica de percibir y mostrar
tanta crudeza?
Su
obra, como ya se ha indicado repleta de versiones personalísimas de
grandes clásicos, está llena de referencias míticas y religiosas,
pudiendo adscribirse al romanticismo y a vanguardias artísticas como
el surrealismo o el expresionismo, mostrando de manera magistral
tanto el interior de los personajes y el inconsciente colectivo como
el exterior y la realidad material de manera totalmente explícita. A
lo largo de casi toda la historia del arte la carne ha sido una
excusa para mostrar escenas religiosas (y viceversa). Courbet escogió
el cuerpo, pintado de manera muy realista, como el único tema de la
pintura. En las fotografías de Witkin cuerpo y alma, carne y
espíritu, se encuentran en perfecta comunión, y esto se puede
entender perfectamente siendo ateo. La representación de personajes
bizarros no es nueva (a todos nos viene a la cabeza desde la mujer
barbuda de Diego de Ribera o los enanos de Velázquez hasta los
personajes de la película “Freaks” de Tod Browning), como
tampoco lo es la representación de miembros amputados como en el ya
mencionado caso de Géricault. El sexo como tema aislado y único lo
veríamos ya en la Edad Contemporánea en casos como el del Marqués
de Sade o Courbet. Sin embargo hasta la llegada de Witkin no se había
visto mostrar de manera tan cruda y atrevida la carne, tanto muerta
como viva, sin esconder ningún fluido ni órgano del cuerpo humano
(incluso los internos) y relacionando la religión y la
espiritualidad con los actos sexuales más explícitos y
sadomasoquistas, no intentando epatar entre los religiosos ni mostrar
la vida sexual de personajes religiosos como en la obra de muchos
artistas contemporáneos a los que Witkin dio pie, sino mostrando la
espiritualidad que se encuentra hasta en nuestras necesidades más
básicas.
Aunque
en la foto aquí mostrada no se encuentran el placer y el dolor
físicos que pueblan casi toda su obra, se puede percibir en su
mirada el dolor psíquico y espiritual de esta solitaria transexual
que para subsistir utiliza su cuerpo y su carne para intercambiar
dolor y placer físicos, y es que Witkin recorre todas las zonas de
prostitución de México D.F. En búsqueda de sus modelos,
prescindiendo de aquellas que según su intuición disfrutan
plenamente de su oficio. Con todos los hombres que entran y salen de
la habitación y el cuerpo de esta transexual, su único amigo es el
perro que la acompaña y que comparte toda su vida, el que lame sus
heridas físicas y psíquicas para limpiar la violencia, de ninguna
manera como accesorio sino como absoluto co-protagonista de esta
fotografía en uno de los actos más antiespecistas que se puedan
concebir.
A
Witkin no le interesa captar ninguna belleza vacía de contenido. No
le interesa lo bonito.
Le interesa el dolor que nos causamos los unos a los otros. Pero al
mismo tiempo y según sus palabras con sus modelos pretende mostrar
su vida más que la de los propios modelos, combinando a la
perfección la cruda realidad con el onírico aspecto que les
confiere a las fotografías mediante la manipulación del negativo,
consiguiendo que penetremos en nuestro interior, que siempre está
relacionado con el exterior. Es un arte religioso, admirable por
cualquier persona que no sea creyente como es mi caso, pero autónomo
respecto a ninguna institución religiosa, es más, celebra el cuerpo
y rechaza el miedo al mismo. La defensa de todos los seres que sufren
es un acto verdaderamente político, pero en ocasiones nos olvidamos
de que lo que Witkin busca, al igual que otros artistas, es la
belleza, la que palpamos en vidas llenas de experiencias, la que está
dentro de los objetos y personas representadas, más allá de lo que
captamos a simple vista. Nada tiene que ver con un impresionista, sin
embargo también va detrás de la belleza. El fotógrafo Jan Saudek,
cuya obra está repleta de actos sexuales con mujeres con un físico
prácticamente contrario al de los cánones de belleza occidentales y
contemporáneos, con todo el contenido social que le encontramos a
sus fotografías, declaró en una ocasión que su deseo y su
intención verdadera era poder ver que la gente consideraba sus
imágenes tan bellas como para ser dignas de decorar las paredes de
sus casas. Con una estética final muy diferente, el contenido y la
intención de los 2 fotógrafos es muy similar. A veces olvidamos que
aspectos considerados por algunos contrarios conviven sin ningún
tipo de problema, al igual que tendemos a confundir conceptos tan
diferentes como autonomía, independencia y separatismo, tanto en el
arte como en la política en su sentido más extendido. William
Burroughs dijo una vez que los artistas cambian las cosas más que
los políticos. Quizás se trate más de entenderlo como 2
actividades diferentes con la misma intención o resultados
similares, como 2 hermanos que se relacionan sin ser siameses ni
estar uno al servicio del otro. Si de algo están al servicio las
fotografías de Witkin en partícular y el arte en general, es de la
propia belleza, la que se encuentra en la vida con todo lo que ella
conlleva, incluyendo tanto el dolor como los sueños más románticos,
permitiendo relacionarnos entre nosotros a los que sentimos lo mismo
con su contemplación de manera que se crean maneras de organizarse y
de relacionarse que se encuentran más allá de las socialmente
establecidas, aprendiendo a conocernos a nosotros mismos, algo de
nuevo tanto con tintes románticos como políticos. Considero que la
figura del autor en este caso concreto es innegable. La contemplación
de su obra, mediante la realidad que nos rodea, nos lleva a
sumergirnos en los pensamientos y sentimientos más íntimos, como
los que yo mismo plasmé en un texto del año 2002 basado en esta
misma
fotografía: http://josusein.blogspot.com.es/2008/11/witkin-y-yo.html
Joel-Peter
Witkin: ¿romántico o realista? Yo afirmaría que las dos cosas.
BIBLIOGRAFÍA:
-Aznar
Almazán, Y.; García Hernández, M.A.; Nieto Yusta, C., Los
discursos del arte contemporáneo,
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-Aguilar
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-Butler,
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-Celant,
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-Claramonte,
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Murcia, Cendeac, 2009
-Witkin,
J.P., The
Bone House,
Nuevo México, Twin Palms Publishers, 2009
-Programa
de Metrópolis
dedicado a Joel-Peter Witkin, emitido el 21 de marzo de 1997