Eran las siete de la mañana. Llegaron varios vehículos blindados de la misma unidad de la Guardia Civil que persigue y detiene, por ejemplo, a etarras con delitos de sangre. Actuaron en Madrid, Galicia, Asturias y Bilbao, donde una vecina grabó la escena: los agentes de ese orden, armados con fusiles y acompañados por perros adiestrados en la detección de explosivos, acordonaron la zona, se apostaron en el portal e irrumpieron en la vivienda. La gente estaba durmiendo y despertó con el pánico que produce que te saquen de la cama así. Los comandos antiterroristas registraron las casas, o sea, las dejaron patas arriba. Requisaron ordenadores. Se llevaron también material de trabajo muy sospechoso y delicado, como pins y camisetas. Más tarde, sacaron a los detenidos: con las manos esposadas a la espalda, vimos a nuestros compañeros. Soy socia de Equanimal, una organización legalmente constituida, de carácter no lucrativo y fines solidarios, con la que colaboro de forma activa. Es una de las dos asociaciones en defensa de los animales a las que pertenecen los 12 detenidos del otro día. Conozco también a los de Igualdad Animal, cuyo activismo sigo y apoyo desde la creación del grupo.
Que estas personas sean acusadas de terrorismo es un atentado propio de un mundo al revés y de un país que adopta una estrategia de desprestigio de los colectivos animalistas cuyo precedente está en otros países de Europa y en Estados Unidos (donde se descubrió que ciertas acciones violentas en laboratorios habían sido llevadas a cabo por miembros infiltrados del FBI): consiste en la criminalización de un movimiento pacífico, que va teniendo un apoyo social creciente. Los lobbies empresariales se sienten amenazados por la repulsa hacia sus crueles actividades económicas y reaccionan con represión, tratando de frenar el movimiento demonizándolo con escenas mediáticas como las de esta detención: de las que ponen violencia donde no la había.
Donde sí hay violencia, extrema, es en los numerosos lugares de explotación animal que Equanimal e Igualdad Animal investigan y denuncian: granjas de producción intensiva para el consumo alimenticio humano; laboratorios de experimentación; plazas de toros y otros escenarios de festejos crueles; zoológicos. Solo en las granjas peleteras, 300.000 visones mueren al año de manera brutal. Precisamente en una granja peletera gallega se produjo en 2006 la liberación de varios miles de visones, acción que motivó la apertura de una investigación que inculpó a los animalistas, aunque han insistido en su no participación y ya entonces un activista apuntó a otras posibilidades: un autosabotaje para cobrar seguros; un ataque de la competencia; una ofensiva de grupos económicos contra el avance de la conciencia animalista, pues se aprobaban entonces en Bruselas, aunque mutiladas, algunas leyes de protección animal. Sus argumentos se basaban no solo en la imposibilidad de los activistas de liberar tal cantidad de animales, sino en el hecho de que las liberaciones que llevan a cabo estas asociaciones son de carácter meramente simbólico (uno o muy pocos animales), a cara descubierta y con sus logos visibles. Lo que tanto Equanimal como Igualdad Animal han realizado son grabaciones donde quedan patentes las atroces condiciones en las que viven los animales en esos centros de explotación y exterminio, el infierno que les reserva la codicia y la violencia humanas. No parece casual que apenas un día antes de las detenciones Cuatro emitiera la grabación de una granja de cerdos. Ante la repercusión de tales imágenes, un activista asegura que "la acusación real es por dos crímenes mucho más graves para los poderes económicos y políticos: difundir la verdad y hacer pensar a la sociedad. (...) Este es el momento de comprobar si el Poder Judicial sirve a la justicia y a la ética o a esos otros poderes".
Porque nosotros no somos terroristas, señores agentes, jueces y periodistas, están ustedes intentando confundir a una opinión pública cada vez menos manipulable: tacharon de violento al Movimiento 15-M, cuando la única violencia ha provenido de determinadas intervenciones policiales. No somos ecoterroristas, señores: ecoterrorismo son los vertidos ilegales, los residuos nucleares o el urbanismo corrupto. Para que ustedes vayan orientándose: nosotros somos antiespecistas, es decir, luchamos contra el especismo, que discrimina por razón de especie como el racismo discrimina por raza o el sexismo por género. Así que nuestros detenidos son presos de conciencia, políticos, como lo fueron durante la dictadura los homosexuales a quienes se aplicó la Ley sobre Peligrosidad Social. Y el futuro lo demostrará, aunque ahora se nos tache de "radicales" porque apelamos a la raíz moral del sistema. En cualquier caso, es curioso, desde un punto de vista semántico, que los compañeros estén "acusados de liberar", es decir, de hacer que alguien quede libre. Paradójica acusación.