

Días más tarde del suicidio del delfín Kathy, O'Barry estaba en las aguas de la isla de Bimini tratando de hacer un agujero en la alambrada marina que retenía a un delfín cautivo. Ése fue su primer intento de rescate y su primera detención, a la que seguirían muchas más. Desde entonces O'Barry ha trabajado incansablemente para defender a los delfines de todo el mundo, y en especial en Taiji, Japón, donde además de la sangrienta pesca de delfines a pesar de ser su carne altísimamente tóxica por el mercurio que contiene, la captura y la venta de delfines para fines "lúdicos" se convirtió en los años que siguieron en un negocio colosal, recurriendo el gobierno japonés, al igual que los tauricidas españoles, al derecho de proteger su supuesta cultura nacional. Indignado ante el hecho de que todo esto estuviera ocurriendo a espaldas del público y sin el consentimiento del pueblo japonés, empezó a filmar de forma encubierta lo que estaba ocurriendo en la cala que da nombre al documental y a enviar estas grabaciones a los medios de comunicación, con la esperanza de que estos hechos salieran a la luz. Uno de estos DVD caseros llamó la atención de Louis Psihoyos, que pronto llevó su propio equipo de rodaje a Taiji y consiguió la colaboración creativa del productor Fisher Stevens.
Éstas son algunas declaraciones de O'Barry:
Lo que me hizo reaccionar fue la muerte de Flipper. De Kathy. Estaba muy deprimida. Yo lo percibia, se lo notaba, y se suicidó en mis brazos. Sé que hablar de suicidio no puede hacerse a la ligera, pero tienen que entender que los delfines y las ballenas no inhalan automáticamente, como nosotros. Cada vez que inhalan lo hacen conscientemente, así que pueden ponerle fin a su vida si ésta se vuelve demasiado insoportable, simplemente dejando de respirar. Es en ese contexto en el que hablo de suicidio. Ella lo hizo. Nadó hasta mis brazos, me miró a los ojos e... inhaló... y dejó de inhalar después. Yo la solté y cayó panza arriba en el fondo del tanque. Al día siguiente estaba en la cárcel de Bimini por tratar de liberar a un delfín del Lerner Marine Laboratory. Esa fue mi reacción a lo que pasó, quise liberar a todos los delfines en cautiverio que pudiera.
(...)
Aquí en Japón hay muchos grupos: el World Wildlife Fund, Greenpeace, el International Fund for Animal Welfare. Entre todos ganan cientos de millones de dólares. Ésta es la mayor matanza de delfines del mundo. ¿Dónde están?
(...)
Tengo que vivir para ver que ésto llega a su fin. Ahora me concentro en esa reducida masa de agua donde se lleva a cabo la masacre. Si no podemos detener eso, si no podemos enmendar eso, olvídense de problemas mayores. No hay esperanza.
A raíz de este recomendabilísimo documental, ganador del Oscar al mejor documental del 2010, la primera gran ola de oposición a la matanza de delfines en Taiji llegó a Japón, llegando a aparecer sorprendentemente en los noticiarios de 3 cadenas de televisión japonesas y consiguiendo cambios en la legislación que apuntan a detener la caza de delfines en Taiji, lugar en el que se centra el documental, a pesar de que el gobierno japonés pretenda continuar sacando provecho de la matanza de delfines en otros países.
Citando a un amigo mío, los zoológicos en general y los delfinarios en particular son una de las vergüenzas de las que debemos librarnos si "humano" ha de significar lo que pretendemos que significa.