Carl Beazley muestra en sus oleos rostros que son muchos rostros.
Imagina una fotografía que recogiese, muy de cerca, cada
uno de tus rasgos faciales, tus expresiones, los poros y arrugas de tu
piel. Que captase todos los detalles de tu exterior, de una manera tan
minuciosa que también revelase tu interior. Y este interior estaría
hecho de todo lo que no muestras, de todo lo que escondes. De las
palabras y los gritos que se agitan y se pelean dentro de ti. Tendría
una pinta extrañísima.
Esta es la sensación que uno tiene cuando observa el trabajo del joven británico Carl Beazley, quien ha construido su depurada técnica de forma totalmente autodidacta.
El ensayo y error es la base de estos retratos que parten del
hiperrealismo para entrar en el terreno de lo surrealista. Sus cuadros
son tan inquietantes como lo es nuestra esquiva identidad.
Pese a que reconoce un buen puñado de influencias, entre las que
destacan Picasso o Bacon (ambos, curiosamente, muy cercanos al ámbito
académico), él sólo mira hacia delante.
"Amo las pinturas de los viejos maestros, pero para mí es muy importante
mirar hacia el futuro. De esta manera dentro de cien años nuestro arte
no será recordado como una versión regurgitada de lo que ya hicieron
nuestros mayores".
www.carlbeazley.com
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