Mi prisión de cada noche está tan cansado de mí como yo de ella. No puede masturbarse. No puede suicidarse. Finalmente le regalo blanco y rojo, los colores de mi cruz tatuada en los ojos hasta disolverse. En la oscuridad de mi alma que es mi prisión me deslizo a cuatro patas sobre todos nuestros fluidos. Ictericia resplandeciente. Fiebre amarilla rugiendo gatunamente a las cucarachas del sueño tangible. Empatía perdida junto a la bilis derramada. Osteopatía podal provocando roturas por una vigilia llena de vómitos sin fondo. Agarro el sueño tangible y lo extiendo como una inmensa sábana repleta de haluros de plata aún sin impresionar. Con la impresión me pongo mis joyas de plata que le restan visibilidad a mi piel amarilla y sus nauseabundos chorros. La foto ya ha sido fijada y debe ser lavada. Media hora de placer bazjo límpida agua. Limpio por fuera. Limpio por dentro. Mi alma me lo agradece y ya no me hiere más. Cariño, tienes una idea errónea del dolor. Encuentro el camino hacia fuera que es el camino hacia dentro según Bill. Méteme el brazo hasta el codo. En cuerpo y alma. Nuestra primera comunión, la primera comunión apóstata de la historia de la fotografía comercial durante los Viajes de la Máscara.
Autorretrato realizado en 2011 y texto escrito en 2016 (Josu Sein)
josusein.com
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