El Teatre Nacional de Catalunya, Barcelona, fue el lugar escogido para que Diamanda Galás presentara en España el pasado 11 de octubre su último proyecto tras haberlo dado a conocer en EEUU y otras ciudades europeas. Lugar, este teatro, perfecto para una cantante y pianista para la que el ser griego es una realidad espiritual y no geográfica, tanto por su continente inspirado en los templos de la Grecia Clásica con grandes columnas dóricas, como por su contenido dotado de una acústica adecuada para que el sonido del piano y la voz de Diamanda dieran vueltas y vueltas libremente, acariciando y arañando al público. Se trata de un show titulado Death will come and will have your eyes, traducción al inglés de un poema del italiano Cesare Pavese, Verrà la morte e avrà i tuoi occhi. Con este nuevo tema que no había dado a conocer hasta el momento, comenzó el concierto, un concierto que continuó con nuevas composiciones basadas en poemas y nuevas versiones de temas que hasta ahora Diamanda no había interpretado, si bien reinterpretó algunos de sus temas favoritos desde hace años, como O Death, siempre irrepetible y única cuando es cantada por Diamanda que tan a la perfección conjuga el más disciplinario perfeccionismo con la más salvaje improvisación, el más puro romanticismo con las denuncias más abiertamente políticas (aún hoy, tras haberme graduado en Historia del Arte, me pregunto qué imbécil decidió que se trataba de conceptos contrapuestos para hacérselo creer a su vez a una legión de historiadores, críticos y teóricos del arte a los que no animaron a que pensaran por ellos mismos), la más antigua escuela con algo aún sin bautizar que está a punto de adelantar a la vanguardia en su carrera, y, cómo no, la vida contra la muerte, y no al contrario como tanta gente simplista pretende mientras Diamanda no se cansa de negar que sea gótica y explicar que su estética y su actitud se corresponden con un diario enfrentamiento contra la Muerte, enemiga de la Vida en cuyos asuntos se mete en todo momento, conduciéndonos a los que entendemos el mundo como Diamanda a la nietzscheana afirmación de la misma aunque suponga un eterno sufrimiento, con tal de demostrarle a la Decimotercera que no siempre salen las cosas como pretende. Yo mismo soy víctima de los simplistas comentarios que la gente vierte sobre mí por el cine de terror que siempre me ha apasionado y que tanto me ayudó a desarrollar la empatía, y por mi estética. Y nunca me canso de responder que no me consideréis el novio de la Muerte, ya que lo mal que me llevo con la vida no impide que odie a la que me quiere poner fin. Porque el negro y el rojo son mis colores favoritos. El negro, por el oscuro limo que las inundaciones del Nilo depositaban sobre la tierra garantizando el éxito de las cosechas y la supervivencia de los egipcios antiguos. El rojo, porque la sangre es la vida. Me puedo hacer una perfecta idea de cómo transcurre la vida de Diamanda. Al fin y al cabo, los que entendimos sin problemas su música y lo que con ella pretendía nos vimos reflejados en ella y la sentimos como un chamánico viento que nos empujaba siempre hacia delante, por mucho que Diamanda niegue que su música sea terapéutica. Su sola figura en el momento en el que aparece en el escenario, caminando elegantemente mientras muestra su bello y largo cabello negro y sus andróginos (que no masculinos) y duros rasgos faciales angulosos, fascina y excita en el sentido incluso más sexual. Qué puedo decir yo, si crecí con iconos como David Bowie, Marlene Dietrich o Annie Lennox... En fin, durante el concierto me dediqué a tomarle las fotos que siguen debido a mi pasión por la fotografía como forma de arte, sin flashes, que detesto y ni sé usar pero tampoco los hubiera usado para no molestar, y con la escasa capacidad de movimiento que me confería el estar sentado en el sillón de un teatro, rodeado de un público español del que al menos puedo presumir que, salvo los gilipollas de siempre, respeta totalmente los shows y las películas independientes en V.O.S., no emitiendo el más mínimo sonido hasta que Diamanda finaliza un tema y toda la audiencia grita y piropea al mismo tiempo. Qué lástima que soy tan estúpidamente tímido que no grité mi nombre cuando te dirigías al público, estando además en primera fila y deseando que simplemente te giraras unos míseros grados a tu izquierda, conocedora de que yo estaba entre el público, pero bastante tenías con superarte a ti misma y no decepcionar musicalmente ni a la audiencia ni a ti misma. Y yo ante eso sólo puedo sentir respeto. Pero el tiempo y las casualidades, a menudo buscadas, se comportan de una manera que no esperamos. La sorpresa siempre está ahí, esperando sorprendernos. En las ocasiones favorables no debemos luchar, sino dejarnos llevar. Lo que no me atreví a hacer, otra de esas razones que tan consciente me hacen de ello, así que decidí disfrutar del nuevo material de Diamanda tomando de vez en cuándo algunas fotografías sin flash (no me cansaré de decir que odio las fotografías con flash y siempre me he negado a aprender a utilizar incluso el más sencillo) que junto a la escritura constituyen mis dos vías de expresión artística. Siento no haber tomado fotos en los momentos de más acción (cuando se levantaba y saludaba al público, durante los desgarros vocales más límites acompañados de considerables efectos de iluminación al interpretar O Death, o cuando le daba golpes al piano a modo de percusión en See that my grave is kept clean), pero estaba demasiado fascinado mirándola y escuchándola...
Como ya se ha señalado, a lo largo de estas fotografías interpretó nuevas poesías musicalizadas, algo que siempre le ha fascinado hacer aunque sus propios textos no tengan nada que desmerecer, comenzando por el poema de Cesare Pavese que da nombre a la gira y que esperemos, como ya ha hecho tantas veces, dé nombre al disco que publique tras la gira, curiosa manera de trabajar por ir en contra de la norma, aunque por otra parte, algo lógico si tenemos en cuenta su ruptura con Mute y que toda la financiación corre a su cargo, por lo que espero, ¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!, que no deje en agua de borrajas uno de los mejores trabajos de su carrera, Das Fieberspital, una verdadera joya que va mucho más allá de una pianista quieta y sentada, tratándose de un espectáculo musical teatralizado en el que recupera de alguna manera la forma de trabajar de los 80, jugando con polifonías y electrónica, y que si todo va bien al menos el año que viene tendremos la oportunidad de admirar el show en vivo cuando se lo lleve de gira. En el caso que nos ocupa ahora, lo importante es descubrir no sólo que su capacidad de transformar cada tema en algo distinto en cada una de sus interpretaciones sigue fuerte e incluso gana en ingenio, sino que además ha comenzado a interpretar clásicos del blues y el jazz que hasta el momento no solían formar parte de su repertorio, atreviéndose también con un tema tradicional mexicano como La llorona y vocalizando la melodía de saxo de Angels de Albert Ayler como ya hiciera en el pasado con Lonely woman de Ornette Coleman, y sobre todo que dispone
además, como ya se ha escuchado en diversos conciertos y como ella
misma ha afirmado en varias entrevistas, de quién sabe qué ingente
cantidad de composiciones propias habitualmente basadas en poemas de los que el de Cesare Pavese no es más que un ejemplo, otras nuevas composiciones
que ya ha interpretado en esta gira, y otras tantas que aún no ha dado a
conocer y sobre las que está trabajando.. Tenemos un ejemplo en el nuevo poema de Ferdinand Freiligrath Der Stunde Kommt, poema que fascinó a Marlene Dietrich, musicalizado por la propia Diamanda,
Angels (Albert Ayler)
Der Stunde Kommt (Ferdinand Freiligrath/Franz Liszt)
La llorona (canción tradicional mexicana)
O Death (tradicional, popularizada por Ralph Stanley)
No podía faltar este último tema que tiene costumbre de interpretar desde el disco Guilty! Guilty! Guilty! pero que tanto varía cada vez que la toca, uno de los temas en los que más rienda suelta le da a su polifónica y rasgada voz no pidiéndole permiso a la Muerte para que le deje vivir más años, sino prácticamente exigiéndoselo. Esperemos, espero, que finalmente Diamanda pueda permitirse grabar sus siguientes discos y distribuirlos. En cualquier caso, los escenarios no los dejará nunca, y nos puede dar muchas sorpresas.
El tiempo pasa, pero no lo suficientemente rápido como para que no llegue el día en el que te dé dos besos y te agradezca todo lo que hiciste por mí sin que supieras quién era yo. Go on, terrible adversaria de la Muerte. Sigue gritándole hasta que se asuste y nos deje tranquilos. Then she'll let our people go.
Mila muxu, nire sorgin gogokoena...
diamandagalas.com
josusein.com (todas las fotografías aquí mostradas fueron tomadas por mí el pasado 11 de octubre en el concierto de Diamanda Galás en el Teatre Nacional de Catalunya, Barcelona)
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