Fui yo quien decidió cómo alimentar el presente volviéndole la
cara al futuro que me amenazaba ofreciéndome una imagen de mí mismo
con sangre corriendo entre los muslos. No hay ningún oxímoron. El
tiempo verbal es un constructo social que desprecia al amor. Mea
culpa y de nadie más.
Fui yo quien escogió alimentarse de la sangre del otro.
Fui yo quien desobedeció los mandamientos.
Fui yo quien chocó contra las señales de advertencia de peligro.
Fui yo quien quiso llenarse a base de carencias.
Fui yo quien decidió penetrar la imagen del otro.
Fui yo quien dejó llover en mi habitación relojes de bolsillo que
marcaban las horas de espera.
Fui yo quien suplicó beber la sal del otro cuando encontré en él
lo que robaron de mí.
Fui yo quien consumió al otro por vía intravenosa sabiendo que
podría causar rechazo vomitándolo hasta que nada de él quedara en
mí.
El rechazo nunca fue lo bastante fuerte como para vomitar al amor.
La sal vertida por los ojos del otro siempre me ayudó a lavarme en
un océano de ensueño.
Con las agujas de los relojes rotos sobre el suelo de mi habitación
construí brújulas para guiarme hacia el otro.
Fotografié la imagen del otro para que se enfrentara a lo que
rechazaba de él mismo.
Verme lleno de sus carencias llevó al otro a hacer lo que brotaba de
su yo una vez penetrada la imagen.
Me masturbé al chocar contra las señales de advertencia de peligro
en busca de esa anhelada psicopatología benévola.
Escupí sobre las tablas de la ley cuando se me echó en cara no
seguir los mandamientos.
La sangre del otro me infectó con el virus que era su alma.
Y mientras viajaba plácidamente por la vía láctea a sabiendas de
que el zumo de supernova del otro era vertido sobre sucedáneos de
mí, siempre me encontré de repente en un presente sin él y con los
pedazos rotos de mi espejo que utilizaba para cortarme con tal de ver
correr cualquier sangre. Y lo repetí y repetiré sin pensar en un
después. Porque jamás me planteo un futuro ni pido explicaciones.
Porque quiero vivir en el presente y quiero en él al otro que me
llena. Porque en mi presente el otro nunca es ningún otro sino yo
mismo. Porque mi presente soy yo mismo. Porque mañana estaré
viviendo en mi presente, y al día siguiente, y al otro... Sin jamás
plantearme cuándo mi presente dejará de ser mi presente para mutar
en el futuro que me lacera. El tiempo verbal es un constructo social.
Mea culpa y de nadie más.
texto escrito el 16/01/2017 (Josu Sein)
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