Fotografía de Diana Muñoz.
A veces encuentro luces que me iluminan.
A veces soy capaz de verme a través de tus palabras.
Y veo la calle.
El nombre de la calle empieza por "D", lo dice un cartel de metal oxidado, lleno de sombras y luces anaranjadas que bailan.
Parece que siempre es de noche, pero nunca está vacía, nunca está oscura.
Debe de tratarse de una calle del siglo XIX, a juzgar por los edificios y los atuendos de la gente que sale de garitos llenos de humo, riéndose a carcajadas.
Toda esa gente deja sus huellas en la calle. Algunos la admiran, otros la tocan y la acarician, otros la pisan con fuerza y la maldicen por haberse tropezado.
Y un milenio pasa como un segundo.
La calle está ahora marcada por tantas y tantas cosas que ha visto suceder sobre ella.
Ahora sí está oscura. Y en silencio. Voy contando mis pasos para no caerme ni perderme, y cuando voy a llegar al paso número 26, en una esquina donde la calle gira, se empieza a escuchar música. Hay alguien en la calle intentando animarla, un guitarrista pidiendo dinero. Sobre él, con un sonido eléctrico, se encienden unas luces. Ya no son luces anaranjadas, son luces de neón en la oscuridad que tiñen de rosa y rojo la calle, una calle que a pesar de los milenios, los cambios y la gente que pasará por ella, es preciosa para vivir.
(Josu Sein)
A veces encuentro luces que me iluminan.
A veces soy capaz de verme a través de tus palabras.
Y veo la calle.
El nombre de la calle empieza por "D", lo dice un cartel de metal oxidado, lleno de sombras y luces anaranjadas que bailan.
Parece que siempre es de noche, pero nunca está vacía, nunca está oscura.
Debe de tratarse de una calle del siglo XIX, a juzgar por los edificios y los atuendos de la gente que sale de garitos llenos de humo, riéndose a carcajadas.
Toda esa gente deja sus huellas en la calle. Algunos la admiran, otros la tocan y la acarician, otros la pisan con fuerza y la maldicen por haberse tropezado.
Y un milenio pasa como un segundo.
La calle está ahora marcada por tantas y tantas cosas que ha visto suceder sobre ella.
Ahora sí está oscura. Y en silencio. Voy contando mis pasos para no caerme ni perderme, y cuando voy a llegar al paso número 26, en una esquina donde la calle gira, se empieza a escuchar música. Hay alguien en la calle intentando animarla, un guitarrista pidiendo dinero. Sobre él, con un sonido eléctrico, se encienden unas luces. Ya no son luces anaranjadas, son luces de neón en la oscuridad que tiñen de rosa y rojo la calle, una calle que a pesar de los milenios, los cambios y la gente que pasará por ella, es preciosa para vivir.
(Josu Sein)
Recuerdo haber vivido allí.
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