miércoles, 4 de abril de 2012

A Roger en su 37 cumpleaños

(Josu Sein)

No es extraño entre quienes dicen pecar de querer ser siempre niños, pecar de no querer serlo nunca. Un año más que pasa y pesa. ¿Pero acaso no te alivia del peso del duro año anterior? ¿No aligera también la edad? 37 años, cuya suma proporciona un 10, el arquetipo de la Rueda de la Fortuna que tú decides hacia qué lado girar. Miras hacia delante, hacia el futuro, con tanta agudeza visual que tu tercer ojo llega a visualizar el pasado tras dar la vuelta entera de la espiral en la que ha visto qué es aquello que debes vivir de otra manera para salir del nefasto círculo, para aprender a ser niño y dejar de ser infantil. No hay un solo modelo universal, cada uno tiene el libre albedrío de escoger el suyo, con el riesgo de perder ese mismo libre albedrío. Y así, mientras nacen más pelos de plata y se esculpe la piel para obtener una joya, todos los nuevos átomos a punto de desaparecer les transmiten sus conocimientos a sus descendientes, de manera que comienzan a sonar algunas notas acariciadas y golpeadas en teclados ochenteros pertenecientes a los más horteras, divertidos y entrañables temas de Bowie, Dios de los duales, para hacerte recordar que eres tú quien decide ser Rey y bailar hasta que la carne cambie, o ser súbdito leal mientras lavas el suelo con la sangre que van dejando tus rodillas que se despellejan al arrastrarte. Y ni siquiera sabes de quién eres súbdito, perdiendo el preciado tiempo intentando averiguar algo que nunca sabrás si continúas por esa carretera perdida. Tu supervivencia está garantizada si decides estancarte en ese punto. Tienes suficiente sangre que beber, la tuya propia, hasta el lejano día de tu muerte, pero en esa solitaria sangre no se puede obtener más conocimiento que el ya adquirido, mientras que como un niño al que le regalan un nuevo juguete o vuelve a ver tras las vacaciones a sus amigos, el compartir tu evolución te hará más sabio, y cuanto más sabio es uno, más niño es al mismo tiempo. Serpientes disfrutando mientras se lamen las colas e intentan al mismo tiempo comerse, dibujando un círculo compuesto de espirales. Vampiros que garantizan su supervivencia y su felicidad dejando libres a sus tradicionales víctimas y bebiendo la sangre el uno del otro, puro amor, mutando hacia seres con alas de majestuosos murciélagos y con mayores capacidades que creíamos no destinadas a nosotros, al querernos Yahvé como súbditos negándonos la sangre. Pero los vampiros visitaron los cementerios de los asesinados y se transformaron en Reyes al ser conscientes de que la sangre es la vida, que no hay Reino más grande que el tuyo propio ni Voluntad que ningún otro ser pueda superar. Asesinos dentro de ti cuya destrucción, que depende de ti, hará que afloren arquetipos relacionados con la vida, oscura o luminosa, pero vida. Recupera al niño que no has perdido. Entierra al adulto infantiloide. Sólo tienes que superar el enigma de la Puerta planteado por la Voluntad que tú mismo enemistaste sin saberlo con la débil y tonta Impulsividad que pretende engañarte. Tú eliges quién debe tener el Poder. Y ya tienes el Poder de decidirlo, con toda la ayuda que necesites, porque no estás solo ni aislado ya que no eres una isla, y en caso de serlo, siempre te llegará a través de la humedad el sabor de islas contiguas.

(Josu Sein)

"Dame el Niño. Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto hasta el Castillo más allá de la Ciudad de los Goblins para recuperar al Niño que me has robado, porque mi Voluntad es tan fuerte como la tuya y mi Reino igual de grande, NO TIENES PODER SOBRE MÍ." (de "Dentro del Laberinto").






1 comentario:

  1. Aun nos queda mucho por aprender, solo espero tener algo mas de tiempo del que me corresponde para conseguirlo o al menos intentarlo...abrazzzusss

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