Son cuadros inspirados en el arte romántico. Esto es, según el
artista Alexander James, lo que piensa la mayoría de los espectadores
que se topan con su obra en museos y galerías. Pero no, son fotografías,
realizadas bajo el agua y sin ningún tipo de retoque digital.
El artista inglés borra las fronteras entre la cámara y el pincel.
Aunque él considera que estos retratos están más próximos al trabajo del
escultor que al del pintor o el fotógrafo: construye minuciosamente los
objetos y diseña los vestidos de los personajes que retrata,
los sumerge en un tanque forrado de terciopelo negro y lleno de agua
purificada y deja constancia, a través del disparo de su cámara, de lo que él llama "una de las fases de su proceso escultórico".
La mayor parte de su tiempo de trabajo lo pasa sumergiendo objetos y
analizando cómo el agua interactúa con ellos. Así consigue captar instantes que recuerdan inmediatamente a naturalezas muertas pintadas al óleo o incluso a las pinturas prerrafaelitas.
Para su última serie, realizada en Rusia y titulada Rastvorennaya Pechal (Tristeza en disolución), James pidió a gente anónima elegida al azar que se sumergiera durante unos instantes en inmesos tanques llenos de agua.
Los trajes flotan y los cuerpos se deforman por el juego de luces y
sombras. Sin la información del proceso y los materiales, muy pocos
dirían que no se trata de obras del siglo XIX, sino de fotografías
analógicas captadas en un instante de inmersión acuática.
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