Un estudio de la UNED, en el que participa la UPV, señala que la mitad de los padres se siente incómodos si sus hijos tienen un compañero seropositivo en el colegio
La búsqueda de una cura para el VIH se ha convertido en uno de los
motores científicos de las últimas décadas del siglo XX y principio del
siglo XXI. Desde su eclosión en la década de los ochenta, los avances en
el conocimiento y el combate de esta pandemia han sido constantes.
Tantos que cada día la vacuna está más cercana y el número de contagios
está descendiendo. Sin embargo, todavía quedan muchas reticencias con
respecto a las personas que tiene la enfermedad o son portadoras del
virus. Sobre todo a la hora de compartir espacios fundamentales de
convivencia como los colegios o las oficinas.
Cuatro de cada diez españoles se sienten incómodos si deben trabajar
junto a una persona portadora del VIH, tal y como revela un estudio
codirigido por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y
la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Sesida) y en el que
participa la Universidad del País Vasco. Incluso, un 29% de las personas
consultadas en este informe aseguran que evitarían cualquier contacto
físico con dichos compañeros de laboro o en la vida más cotidiana.
«Estos porcentajes se traducen en millones de ciudadanos que tienen
algún prejuicio», denuncia María José Fuster, investigadora del
departamento de Psicología Social y de la Organizaciones de la UNED y
autora principal del trabajo. «Son más de treinta años que tenemos la
infección en nuestra sociedad y se ha dado mucha información sobre el
VIH y no es justificable que todavía continúe ese porcentaje de personas
que tienen ideas incorrectas», explica la experta.
En el colegio
Esta escasa flexibilidad hacia las personas portadoras del virus también
se traslada hacia los más pequeños. La mitad de los padres admiten que
estarían incómodos si sus hijos fueran al colegio con un niño con VIH.
Esta actitud demuestra que las campañas de información no han calado
como debieran debido a la contundencia de su mensaje o a la falta de
penetración.
No obstante, según indica la autora del estudio publicado en la revista
AIDS Care Journal, también hay un grupo fuerte de población a los que el
mensaje les llega pero muestran una indiferencia total hacia el mismo.
La claridad de las advertencias no son un factor determinante. Son sus
propias creencias las que ejercen de barreras hacia el conocimiento de
las formas y probabilidades de contagio. «No es que sean hipocondriacas
pero son personas que tienen más susceptibilidad a las enfermedades
infecciosas», explica la autora del estudio, que es la continuación de
uno publicado en 2008. «Entonces, las personas con más edad eran las que
menos admitían esa información», comenta Fuster. Con respecto a los
datos de hace seis años, el rechazo de la sociedad han descendido aunque
todavía son «muy altos», según recoge el estudio realizado a través de
1.619 entrevistas telefónicas.
Aunque el estudio no analiza a qué se debe esta mejora general de las
actitudes, los investigadores apuntan a que la puesta en marcha de
diferentes políticas públicas podría haber ayudado. En 2002, Onusida
publicó un documento sobre la necesidad de eliminar el estigma y la
discriminación hacia las personas con VIH por sus consecuencias
negativas en la salud y, a raíz de este texto, las políticas para
reducir el estigma aumentaron.
«En España se introdujo esta línea de actuación en el plan
multisectorial del sida y, durante años, ha habido diferentes
intervenciones de ONG y de instituciones dirigidas a este objetivo,
aunque ahora, con los presupuestos recortados, han disminuido», reconoce
Fuster. De cara al futuro, los autores se muestran escépticos en cuanto
a la desaparición total de estas actitudes negativas, ya que en la
sociedad siguen existiendo creencias erróneas sobre las vías de
transmisión. «El porcentaje de personas que sigue pensando que el VIH se
puede transmitir por compartir un vaso o porque una persona con la
infección tosa o estornude cerca de ti no ha variado desde 2008»,
recuerda la investigadora.
Tampoco ha descendido la cantidad de gente que culpabiliza a las
personas con VIH por haberlo contraído por vía sexual o tomar drogas.
«Estos datos nos llevan a pensar que las expresiones de estigma podrían
aumentar en el futuro», avanza Fuster. Para comprobarlo, el equipo tiene
previsto repetir este mismo estudio en 2016.
Fuente: www.diariovasco.com
También se podría decir que tres de cada diez personas, son absolutos tarados. Y no creo que se trate de asunto de hipocondría (que lo habrá), hay muchísimo prejuicio y aún más ignorancia. Y también, estas dos cosas, en muchos casos pueden derivar en actitudes malvadas.
ResponderEliminarCuídate.